¡Vuelve a ser nazareno!

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¿Ya no lo recuerdas? Eras solo un niño cuando te pusiste tu primera túnica y te enseñaron cómo ponerte un cíngulo. Calcetines y zapatos negros. Guantes blancos. Esa faraona que se resbalaba o el capirote que se te marcaba en la frente. La historia se repetía cada año.

Allí, entre filas nazarenas, comprendiste que alumbrarlos con una vela era un privilegio. Otro año cuidabas con esmero aquella bocina y, al siguiente, cogías con fuerza el bastón que con tanto orgullo llevabas. Allí, donde el trabajo en equipo se demuestra en su máximo esplendor. ¿Te suena?

¡Hermano, vuelve! Te esperan quienes aceptaron de la mejor manera tu ilusión de ser los pies de nuestros Sagrados Titulares, porque siempre tuvieron la esperanza de que, algún día, os volveríais a encontrar entre capirotes.

Pasan los años y el tiempo no espera a nadie. Nos vemos de nuevo. Has disfrutado bajo el varal años de compromiso, de emociones y vivencias que ya forman parte de tu recuerdo cofrade. ¿Y ahora, qué?

¡CORRE! ¿Es que no lo ves? Te contaré un secreto: existen personas que han vuelto a las filas nazarenas después de su experiencia en el trono. ¡Sí, de verdad, no es una leyenda, las conozco! Ellos no se consideran ejemplo de nada, pero valga hoy mi reconocimiento hacia todos los que entienden que la mejor manera de formar parte de algo es vivirlo internamente. Con su medalla dentro de la túnica y no por fuera de la chaqueta. Siempre.

Entendamos que la cultura nazarena no debe estar compuesta en su mayoría por mujeres y niños. La historia cofrade nos cuenta que ellas estuvieron siempre cuando se les necesitó y los más pequeños aprenderán lo que nos vean haciendo, pero, ¿y tú?

Hermano, coge tu bastón, tu vela, tu enser ¡da igual! ¡VUELVE A SER NAZARENO!

Elena Recio Luque

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